Me declaro fiel seguidora de El Blog de Rober Bodegas.
Rober Bodegas es un humorista gallego (de la Costa da Morte, como yo) monologuista y colaborador de Sé lo que hicisteis... de La Sexta, entre otras muchas cosas como es ser el ganador de El rey de la comedia de TVE1. Todo un personaje!
Hace años que he oido hablar de él como un buen monologuista y justamente fue durante mi enfermedad cuando he coincidido con él por la tele y por internet.
Qué suerte que me coincidiese-pensé más de una vez-porque las sonrisas y risas y buen rollito que me ha provocado este hombre mientras estaba tirada en el sofá soportando los efectos de la quimioterapia.... muy pocos, la verdad!!! Y es que su forma de ver las cosas hasta el más pequeño de los detalles....me encanta!! (Que conste en acta que Rober Bodegas no es amigo mio ni tampoco me está apuntando con una pistola para que diga todo esto de él, eh. jejeje)
Pues el otro día entré en su Blog por primera vez y, como no, me eché unas risas. Pero lei algo que me dejó tocada/pensativa, me llegó al alma.
En una de las publicaciones, colgó un texto (que no es de él) pero que le gusta y nos lo quiso mostrar a sus lectores.
El texto es de un escritor polaco llamado Sławomir Mrożek. Se llama "La Revolución" y no habla del cáncer en ningún momento ( que es nuestro tema) pero como yo todo lo llevo a mi terreno (a mi enfermedad) he podido meterme en el papel y llegar a la misma conclusión que el autor.
Así que, sin más rollos, os dejo el texto de este escritor al que Rober Bodegas nos hace mención.
Saquen ustedes vuestras propias conclusiones:
LA REVOLUCIÓN
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejo de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.